jueves, 24 de mayo de 2012

Adicción a las drogas


Otto Fenichel *
 
El mismo apremio que gobierna los demás  impulsos patológicos rige también en el caso de los ¨adictos a las drogas¨: la necesidad de lograr algo que no es meramente satisfacción sexual sino también seguridad y  evidencia de la autoafirmación, y como tal, esencial para la existencia misma de la persona. Los ¨adictos¨ representan el tipo de ¨impulsivos¨  más netamente definido.
Algunos cleptómanos caen dentro de un círculo vicioso fatal a causa de que el acto de robar les va resultando cada vez más insuficiente para procurar alivio. Tienen que robar más y más. Estas personas podrían llamarse ¨adictos¨ al robo. Otras personas se sienten compelidas violenta e impulsivamente a devorar todo alimento que en un determinado momento está a su alcance: son ¨adictos¨ a los alimentos. Esta denominación sugiere ya el carácter urgente de la necesidad y la insuficiencia final de todos los intentos de satisfacerla. La adicción a las drogas difiere de estas ¨adicciones sin drogas¨ en un aspecto que las hace mucho más complicadas: los efectos químicos de las drogas.
Los efectos habituales de las drogas usadas por los adictos son o bien sedantes o estimulantes. Hay muchas ocasiones en la vida humana en que el anhelo de lograr tales efectos puede ser muy legítimo. Si una persona usa drogas al hallarse en una tal situación y deja de usarlas cuando ha salido de esa situación no se la llama adicto. Una persona que está sufriendo dolor y recibe una inyección de morfina ha sido objeto de un acto de protección necesaria. De una manera semejante, las drogas eufóricas constituyen una protección contra estados psíquicos penosos -por ejemplo, contra las depresiones- y efectivamente son, a menudo muy eficaces. Mientras el uso de drogas no deja de ser puramente una medida de protección, no hay adicción. Un adicto es, por el contrario, una persona para quien la droga tiene un significado sutil e imperativo. Inicialmente, el paciente pudo haber buscado nada más que consuelo, pero termina por usar o tratar de usar el efecto de la droga para la satisfacción de otra necesidad, que es interior. La persona se hace dependiente de este efecto, y esta dependencia, en cierto momento, se hace tan abrumadora como para anular todo otro interés. De esta manera el problema de la adicción se reduce a la cuestión de la naturaleza de la gratificación específica que las personas de esta clase obtienen, o tratan de obtener, de su sedación o estimulación químicamente inducida, y de las condiciones que determinan el origen del deseo de esta gratificación.
En otras palabras, lo adictos son personas que tienen una predisposición a reaccionar a los efectos del alcohol, la morfina y otras drogas, de una manera específica, es decir, de una manera tal que tratan de usar estos efectos para satisfacer el arcaico anhelo oral que es al mismo tiempo anhelo sexual, una necesidad de seguridad y una necesidad de conservar la autoestima[1]. El origen y la naturaleza de la adicción no residen, en consecuencia, en el efecto químico de la droga, sino en la estructura psicológica del paciente[2].
El factor decisivo es, por lo tanto, la personalidad pre-mórbida. Los que se hacen adictos a las drogas son aquellas personas para quienes el efecto de la droga tiene un significado específico. Significa para ellos la realización, o al menos la esperanza de realización, de un deseo profundo y primitivo que sienten de una manera más apremiante de lo que es el caso para los anhelos instintivos -ya sean sexuales o de otra índole- en las personas normales. Este placer, o esperanza de placer, hace que la sexualidad genital carezca para ellos de interés. Se quiebra la organización genital y se inicia una extraordinaria regresión. Los diversos puntos de fijación determinan cuáles sectores de la sexualidad infantil -Complejo de Edipo, conflictos de la masturbación, y en especial, impulsos pregenitales- pasarán a primer plano, y finalmente la libido queda transformada en una ¨energía amorfa de tensión erótica¨ sin ¨características diferenciales o formas de organización¨[3].
El estudio previo de la conducta impulsiva hace más fácil que comprendamos ahora cuál es el género de placer buscado por los adictos. Los pacientes dispuestos a renunciar a toda forma de libido objetal, necesariamente son personas que nunca estimaron demasiado las relaciones de objeto. Se hallan fijados a una finalidad narcisista-pasiva y sólo muestran interés en el logro de su gratificación, nunca en satisfacer a sus partenaires. Los objetos no son para ellos otra cosa que proveedores de suministros. Desde el punto de vista erógeno, las zonas dominantes son la zona oral y la piel. La autoestima, y la existencia misma, dependen de la consecución de alimento y calor.
El efecto de la droga reside en el hecho de que se lo siente como tal alimento y calor. Las personas de esta clase reaccionan a las situaciones que crean la necesidad de sedación o estimulación, de una manera diferente a como lo hacen los demás. No toleran la tensión. No pueden tolerar el dolor, la frustración, las situaciones de espera. Aprovechan cualquier oportunidad para escapar con mayor rapidez y pueden sentir el efecto de la droga como algo mucho más gratificante que la situación original interrumpida por el dolor o la frustración precipitantes. Después de la ¨elación¨* el dolor o la frustración se hacen aún más intolerables, dando lugar a un uso más intenso de la droga. Todos los demás impulsos van siendo gradualmente reemplazados por el ¨anhelo farmacotóxico¨[4]. Gradualmente desaparece todo interés por la realidad, excepto lo que se relacione con el hecho de procurarse la droga. Por último, toda la realidad puede llegar a reducirse a la inyección hipodérmica. La tendencia hacia un resultado semejante, arraigada en una dependencia oral frente a los suministros externos, constituye la esencia de la adicción a las drogas. Todos los demás rasgos son incidentales.
El análisis de los adictos a las drogas demuestra que la primacía genital tiende a hacer colapso en aquellas personas en quienes esta primacía ya era inestable. Toda clase de deseos y conflictos pregenitales pueden revelarse de una manera confusa, en el análisis. Las etapas finales son más instructivas que los confusos cuadros que se presentan durante el proceso. La ¨tensión amorfa¨, que aparece en cierto momento, se parece, en realidad, a la etapa más temprana del desarrollo libidinoso, antes de que existiera ninguna clase de organización, es decir, la orientación oral del bebé, que pide gratificación sin ninguna capacidad de dar ni consideración alguna hacia la realidad. Las tendencias orales y cutáneas aparecen manifiestan en aquellos casos en que la droga es ingerida por la boca o recibida mediante una inyección hipodérmica. Cierto es que la jeringa puede tener también un significado simbólico genital, pero el placer es logrado a través de la piel y es de carácter pasivo-receptivo. Más importante que todo placer erógeno, en la elación por las drogas, nuevamente coinciden, visiblemente, las satisfacciones eróticas con las narcisísticas. Y esto es lo decisivo.
Diversos hallazgos de otros autores[5] pueden conciliarse fácilmente con esta formulación. Según Simmel el uso de drogas representa primeramente la masturbación genital, acompañada de fantasías y contenidos apropiados; pero más adelante aparecen conflictos de niveles más profundos del desarrollo, que se extienden retrospectivamente hasta la etapa oral[6]. Esto corresponde a la gradual desintegración regresiva de la sexualidad, proceso cuyo punto terminal es ciertamente más significativo que los momentos intermedios, Simmel demostró también que para los adictos a las drogas, los órganos pueden representar objetos introyectados, lo cual está también de acuerdo con una regresión oral. De una manera semejante, los hallazgos de Gross, en cuanto a que existen en el adicto una disfunción del Superyó y de otras identificaciones[7], concuerdan con el mismo punto de vista, ya que la identificación es la relación objetal de la etapa oral.
La identidad en el conflicto decisivo, en uno y otro caso, explica la relación entre la adicción a las drogas y los estados maníaco-depresivos. Concretamente designó Simmel como ¨manía artificial¨ a la elación debida a las drogas[8]. En las etapas finales de su enfermedad, los adictos a las drogas viven en estados, ya carentes de objeto, en que alternan la elación y la depresión de ¨la mañana siguiente, lo que en última instancia corresponde a la alternación de hambre y saciedad en el bebé psíquicamente aún indiferenciado.
En el proceso final de la adicción empiezan a prevalecer más y más las depresiones de ¨la mañana siguiente¨. La complicación decisiva en la psicología de los adictos a las drogas está representada por la creciente insuficiencia de la elación alcanzada. Circunstancias fisiológicas y psicológicas aún no investigadas, se oponen a la suficiencia y aún a la aparición de la elación. El paciente se ve obligado a recurrir a dosis más elevadas a intervalos más cortos. La falta de efecto intensifica el anhelo. Al no ser satisfecho éste, la tensión se hace más insoportable. Ahora bien, la inyección hipodérmica no es usada tanto con el propósito de encontrar placer, cuanto como un intento inadecuado de protección contra una tensión insoportable, que tiene relación con el hambre y el sentimiento de culpa.
La disminución del efecto de la droga tiene ciertamente una raíz fisiológica, pero hay también raíces psicológicas. Si luego de una elación lograda mediante la droga es necesario enfrentar nuevamente la situación desdichada que condujo a usar la droga, esta situación parecerá ahora, forzosamente, más insoportable, y obligará a evasiones cada vez más frecuentes e intensas. Ya hemos también que los actos impulsivos llevados a cabo con propósito de protección contra peligros supuestos pueden volverse peligrosos ellos mismos, lo que puede dar lugar a un círculo vicioso. Esto es lo que pasa también con los adictos a las drogas. Se éstos se percatan de su progresiva desintegración mental, ciertamente lo perciben como un peligro, pero carecen de otros medios para enfrentar este peligro que el de aumentar la dosis de la droga. La idea de que el intento de forzar a los dioses a conceder protección puede ser peligroso, y que a causa de este peligro será necesario forzar aún más a los dioses, es operante en toda neurosis impulsiva. Sólo que en la adicción a las drogas la idea de que la medida protectora puede ser peligrosa, es, por razones fisiológicas, de carácter muy real. Es un peligro. Los pacientes se percatan de ello y caen dentro de un círculo vicioso insalvable. El círculo maníaco-depresivo de elación y de ¨la mañana siguiente¨ se hace cada vez más irregular; la ¨elación¨ se hace cada vez más corta y en cierto momento desaparece, en tanto que la depresión va tomando un carácter permanente.
En cuanto a los efectos específicos de las diversas drogas sobre la estructura de la personalidad, el problema de la suplementación psicoanalítica de la especial acción farmacológica de las drogas, hasta ahora, pese al plan de Schilder[9], referente a un ¨farmacopsicoanálisis¨, ha sido escasamente enfrentado[10].
La ¨elación¨ específica del alcohol se caracteriza por el hecho de que las inhibiciones y las consideraciones sobre la realidad que tienden a refrenar al individuo, desaparecen de la conciencia antes que los impulsos instintivos, de modo que la persona que no tiene el atrevimiento de realizar actos instintivos consigue a vez, con la ayuda del alcohol, satisfacción y alivio. El Superyó ha sido definido como ¨aquella parte de la psique que es soluble en alcohol¨. El alcohol, por ello, fue siempre ensalzado por su poder de ahuyentar la inquietud. Los obstáculos parecen menores y la satisfacción de deseos más cercana, en algunas personas por la disminución de las inhibiciones, y en otras, por el abandono de la realidad y su sustitución por placenteros sueños diurnos.
En concordancia con esto, las razones que hacen volver al alcohol son o bien la existencia de frustraciones externas, es decir, situaciones de desdicha que uno quisiera olvidar y reemplazar por fantasías placenteras, o inhibiciones internas, vale decir, estados en que uno no se atreve a actuar contra el Superyó sin dicha ayuda artificial. Entre dichas inhibiciones, las inclinaciones depresivas son de la mayor importancia.
Una vez que la desdicha (externa o interna) llega a su fin, la bebida puede interrumpirse o no. Las personas en quienes esto último no sucede, son llamadas alcoholistas. Se caracterizan por su personalidad pre-mórbida oral y narcisista, tal como ésta fue descrita para las adicciones en general. Hay, sin embargo, unos pocos aspectos que son de carácter específico en el alcoholismo. Knight[11] y otros[12] demostraron que en los alcoholistas crónicos constelaciones familiares difíciles habían creado frustraciones orales específicas en la infancia. Estas frustraciones dan origen a fijaciones orales, con todas las consecuencias que dichas frustraciones tienen para la estructura de la personalidad. En los varones, estas frustraciones dan lugar a que el niño se aparte de la madre frustradora para acercarce al padre, es decir, dan lugar a tendencias homosexuales, más o menos reprimidas. Los impulsos inconscientes en los alcoholistas son por su carácter, típicamente, no solamente orales sino también homosexuales.
Basta recordar las numerosas costumbres características del bebedor para hallar confirmación a esto. Es más probable que los homosexuales latentes, seducidos por frustraciones sociales, sean particularmente afectos al alcohol, y no que éste, por sus efectos tóxicos, sea el que conduce a la homosexualidad.
Es muy importante establecer si una persona recurre al alcohol a causa de una aflicción (depresiva) de carácter externo o interno, abandonándolo cuando cesa el motivo que lo ha hecho necesario, o bien toda su psicosexualidad y su autoestima son regidas por el deseo de un estado de borrachera y elación, o, finalmente, si este deseo de borrachera y ¨elación¨ se halla en pedido de quiebra y el paciente, en estado de ¨impotencia  farmacotóxica¨, está tratando de perseguir una felicidad inalcanzable.

Resulta decisivo también el establecer si el suministro necesitado es todavía requerido de un objeto, y el alcohol es utilizado, por lo tanto, como un medio de facilitar el logro de ese objeto, o bien el alcohol se ha transformado él mismo en ese suministro, y el interés por el alcohol ha reemplazado todo interés dirigido hacia los objetos.
La conducta general del paciente en relación con el ambiente proporciona un índice, con cierto grado de certeza, del grado de desintegración a que han llegado sus relaciones de objeto. Aquellos que beben en tren de convite, con amigos, tienen un pronóstico mejor que los bebedores solitarios.

El trastorno periódico de los bebedores se estructura de acuerdo a lineamientos generales semejantes a los de la periodicidad de los estados maníaco-depresivos. Cuando el alcohol se ha usado para huir de una desdicha, externa o interior, esta desdicha, pasada la ¨elación¨, parece mayor.

Si bien, en general, el alcohol ayuda a liberarse de los estados de ánimo depresivos que sólo vuelven con los efectos de la ¨mañana siguiente¨, en algunas personas puede precipitar depresiones en forma inmediata. El análisis logra, a veces, explicar este fracaso de la intención del tomador basado en su historia. Todo logro efectivo de los suministros necesitados puede transformarse en nuevo peligro o culpa. La bebida representa, en tal caso, el papel de ¨inyección patognomónica¨, que precipita las depresiones.

Sólo en pequeña escala han sido objeto de estudios psicoanalíticos las psicosis de los adictos, especialmente las psicosis alcohólicas[13]. En la medida en que son de carácter maníaco-depresivo, basta como explicación la relación psicológica entre ambos cuadros nosológicos. Cuando la adicción puede ser considerada como el último recurso para evitar la caída en la depresión, se comprende que la caída sobreviene cuando la adicción se ha hecho ya decididamente insuficiente. La inutilidad del mundo de los objetos, que la orientación farmacotóxica ha hecho superfluo, facilita evidentemente una eventual ¨ruptura con la realidad¨, de carácter psicótico. Frecuentemente la psicosis comienza durante el período de abstinencia, debido a que la misma prescindencia de la bebida hace que los remanentes de la realidad resulten aún más insoportables. Tratándose de psicosis que no son maníaco-depresivas, no está claramente establecido dónde se originan los síntomas clínicos, en qué medida son psicogénicos y en qué medida orgánicos o tóxicos.
Tausk[14], en un artículo muy instructivo, interpretó el delirio alcohólico profesional como la expresión de una excitación sexual en pacientes que son estimulados eróticamente y al mismo tiempo reducidos a la impotencia por el alcohol, y que, en niveles más profundos, son homosexuales y narcisistas.


La Terapia psicoanalítica en las neurosis impulsivas y en las adicciones


Hay mucho debate aun acerca de la terapia psicoanalítica de personas con impulsos mórbidos o adicciones. Un enfoque comprensivo de los mecanismos implicados pone en evidencia que en principio estos pacientes pueden ser sometidos a un tratamiento psicoanalítico, pero que, desde el punto de vista práctico, esto obliga a superar ciertos problemas especiales. No sólo que el síntoma es de por sí placentero –con lo que el caso ofrece al analista la misma dificultad que el del perverso- sino que además la constitución pregenital, narcisista, del paciente, impone la necesidad de retroceder hasta las etapas más profundas, y la intolerancia a la tensión impone la necesidad de modificaciones en la técnica. Se admite generalmente, sin embargo, que obtiene un éxito en la curación de un adicto, logrando el abandono del hábito, y al mismo tiempo se deja que quede inalterada la disposición premórbida, el paciente se verá pronto inducido a volver al uso de la droga. No es el efecto químico de la droga lo que debe combatirse, sino el deseo mórbido de una embriaguez eufórica.
El período más favorable para iniciar un análisis es, por supuesto, el de la abstinencia, o inmediatamente después que ésta se ha iniciado. Pero no es dable esperar que el paciente ha de mantener la abstinencia a lo largo del análisis. Si la oportunidad se presenta, probablemente volverá a hacer uso de la droga cada vez que en su análisis predomine la resistencia. Es ésta la razón por la cual los adictos han de ser analizados en instituciones más bien que como pacientes ambulatorios[15]. No se pueden formular reglas de carácter general sobre el momento y la manera en que se debe cortar el uso de la droga cuando se trata de reincidentes. De la concepción general que se dice de este trastorno se deduce que la adicción sigue el curso de un proceso crónico desintegrador, y que lo más importante a tener en cuenta, desde el punto de vista terapéutico, es el grado de desintegración alcanzado en el momento de iniciarse el análisis. El concepto de “adicto a las drogas” incluye individuos que presentan relaciones muy variadas con la realidad y de capacidad también muy diversa para el establecimiento de la transferencia[16].
 No debe tampoco pasarse por alto el hecho de que una adicción comienza como una búsqueda de un guardián protector contra una estimulación dolorosa. En el caso de muchos a quienes se acusa de borrachos, la bebida es, esencialmente un medio de apartarse de situaciones externas insoportables. En tales casos, la terapia no será de ninguna utilidad mientras persistan esas condiciones externas y resultará innecesaria si éstas cambian.
En cuanto a los casos que responden más a causas de carácter interno, puede darse por sentado, en general, que el pronóstico será tanto más favorable cuanto más reciente sea la adicción



Publicado en ¨Teoría Psicoanalítica de las Neurosis¨ , Ed. Paidós, Bs. As. 1979
[1] Rado, Sandor: The Psychic Effects of  Intoxicants,  Jo VII, 1926 y  The Psichoanalysis of  Pharmacothymia, Q. II, 1933.
[2] Glover, Edward: The Prevention and Treatment of  Drug Addiction, Lancet, 1931 y On the Actiology of Drug Addiction, Jo. XIII, 1932.
[3] Sachs, Hanns: Ein Fall von multipler Perversion mit hysterischen Absencen, Y II, 1910.
* La traducción de elation origina especiales dificultades. Fuera de elación, que es palabra anticuada, la palabra que más se acerca a dar la idea de elation en castellano es exaltación. El uso de ambos términos (el segundo como aclaración del primero) es la solución que se prefirió en la reciente traducción de The Psichoanalysis of Elation, de Bertram D. Lewin. De acuerdo con los términos del autor de esta última obra, elation es aproximadamente sinónimo de manía e hipomanía, y lo opuesto de depresión. (T.)
[4] Rado, Sandor: op. cit.
[5] Crowley, Ralph: Psichoanalytic Literature on Drug Addiction and Alcoholism, R. XXVI, 1939.
[6] Simmel, Ernst: Zum Problem von Zwang und  Sucht. Ber. d. V. allg. aerztl. Kongr. Psychotepie, 1930.
[7] Gross, Alfred: The Psychic Effects of Toxic and Toxoid  Substances. Jo. XVI, 1935.
[8] Simmel, Ernst: op. cit.
[9] Schilder, Paul: Introduction to a Psichoanalytic Psichiatry, N. M. D. Pub. Co. New York and Washington, 1928.
[10] Hartmann, Heinz: Kokainismus und Homosexualitaet, Z. ges. N. P. XCV, 1925.
[11] Knight, Robert: The Psychodinamics of Chronic Alcoholism, J. N. M. D. LXXXVI, 1936; y The Dynamics and Treatment of  Chronic Alcohol Addiction, Menn. Bull. Y, 1937; y The Psychoanalytic Treatment in a Sanatorium of Chronic Addiction to Alcohol, J. A. M. A. III, 1938. 
[12] Abraham, Karl: The Psychological Relations between Sexuality and Alcoholism, S. P.
    Breuler, Eugen: Alkohol und Neurosen, Y. III, 1911.
    Chassell, JosephFamily Constelation in the Etiology of Essential Alcoholism, Ps. I, 1938.
    Clark, L. Pierce: A Psychological Study of Some Alcoholics, R. VI, 1919.
    Daniels, G. E.: Turning Ponts in the Analysis of a Case of  Alcoholism, Q. II, 1933.
    Ferenczi, Sandor: Alkohol und Neurosen, Y. III, 1911.
    Glover, Edward: The Etiology of Alcoholism, Proc. R. S. M. XXI, 1928.
    Hoch, Paul H.: Personality Factors in Alcohilic Psychoses, Psych. Q. XIV, 1940.
    Jelliffe, Smith Ely: Alcohol in Some of Its Social Compensatory Aspects, N. Y. M. J., July, 1918.
    Juliusburger, Otto: Beitrag zur Psycologie der sogenannten Dipsomanie, C. II, 1912.
    Karpman, Ben: The Chronic Alcoholic as a Neurotic and a Dreamer, J. N. M. D. XCIV, 1941.
    Kielholz, Arthur: Seeische Hintergruende der Trunksucht, Ps-a. bugg. II, 1930.
    Menninger William C.: The Treatment of Chronic Alcohol Addiction, Menn. Bull. II, 1938.
    Moore, Merril: Alcoholism: Some Contemporary Opinions, A. J. P. XCVII, 1941.
                               A Didactic Note ob Alcoholism, J. N. M. D. XCVII, 1943.
    Rickman, John: Alcoholism and Psychoanalysis, B. J. In., XXIII, 1925.
    Weijl, S.: On the Psychology of Alcoholism, R. XV, 1928. 
[13] Bromberg, Walter y Schilder, Paul: Psychological Considerations in Alcoholic Hallucinations, Jo. XIV. 1933.
    Kielholz, Arthur: Analyseversuch bei Delirium Tremena, Z. XII, 1926.
    Read, C. Stanford: The Psychopathology of Alcoholism and Some So-called Alcoholic Psychoses, J. M . S. LXVI, 1920.
   Schilder, Paul: Introduction to a Psychoanalytic Psychiatry, N. M. D. Pub. Co., New York and Washington, 1928.
   Tausk, Viktor: Zur Psychologie des alkoholischen Beschaeftigungsdelirs, Z. III, 1915.
   Wholey, C. C.: Revelations of the Unconsccious in an Alcoholic Psychosis, A. J. I. LXXIV, 1917.
[14] Tausk, Viktor: op. cit.
[15] Bullard, Dexter M.: The organization of Psychoanalytic Proceduce in the Hospital, J.N.M.D. XCL, 1940.
    Knight, Robert: The Psychoanalytic Treatment of Chronic Alcohol Addiction. Menn Bull I, 1937.
    Simmel, Ernst: Psychoanalytic Treatment in a Clinic. Jo. X, 1929. 
[16] Simmel, Ernst: Psychoanalytic Treatment in a Clinic. Jo. X, 1929.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario