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domingo, 5 de septiembre de 2010

Acerca de la angustia ante el pánico de un ataque

Acerca de la angustia ante el pánico de un ataque

Una suerte de novela de derechos de autor
Lic. Gustavo Pérez
(gujoperez@gmail.com)

Caía la tarde anunciando una gélida noche en la Viena de fines del siglo XIX.

Las cancinas luces apuraban el paso de los últimos transeúntes rumbo a sus casas mientras los carruajes hacían sentir su prisa con sonidos a empedrado y campanillas.

Frente a la ventana de su consultorio de Berggasse nº 19 el Dr. Freud encendía su cigarro ensimismado en sus pensamientos mientras el azulado humo se confundía con el plomizo cielo que amenazaba una segura y copiosa nevada.

Sobre el escritorio, un capuchino esperaba al Dr. Freud junto a sus notas. Era el final de otro día de consultas que le habían demandado toda la tarde.

Ya acomodado en su sillón, presto a revisar sus anotaciones, no podía evitar el resonar de una pregunta que le inquietaba desde sus días de estudiante con el Dr. Charcot en la Salpêtrière: una sucesión de síntomas físicos que relataban sus pacientes cuya súbita aparición lo llenaba de dudas.

Escuchaba los padecimientos de opresión en garganta y pecho, palpitaciones, sensación de falta de aire, jaquecas, tensión mental, insoportable ansiedad y accesos espontáneos de llanto acompañados de inseguridad y miedo.

Bien sabía que el síntoma mental era la expresión de la conflictiva personal de quien lo padecía, una suerte de jeroglífico a descifrar. Un salto al vacío que sólo podía ser llenado por las palabras del propio sufriente. Y el mismo Dr. Freud el descifrador de esos teoremas irresueltos, una suerte de traductor de ese lenguaje desconocido por sus pacientes.

Pero en este caso no había palabras, quien lo padecía no podía asociarlo a su historia de vida.

Se preguntaba entonces ¿cómo aplicar el método de la cura a través de la palabra, por él descubierta, que articulaba las experiencias dolorosas no recordadas con los padecimientos de sus pacientes?, ¿cómo tender un puente entre un pasado infantil “olvidado” y conectarlo con los síntomas presentes?

En este caso, parecía que su invento no serviría. Nada podían asociar sus pacientes entre las experiencias de su vida y los padecimientos. No había palabras...

Aún así no se resignaba a la frustración de renunciar a su oficio de paciente tejedor del sentido y significado de los síntomas.

Su cara se iluminó de repente con los primeros copos de la nevada. ¡No había palabras pero sí sentido en esos síntomas!

Las palabras habían sido reemplazadas por síntomas físicos, pensó, ¡la angustia desbordaba los procesos mentales y se traducía en el cuerpo!

Era una suerte de crisis de angustia generalizada que se mostraba a través del cuerpo. Un decir sin palabras, un grito en el cuerpo.

Presuroso escribía sus notas tratando de seguir la velocidad de sus pensamientos. El ya frío capuchino no importaba.

Pensó que tal vez la falta de conexión con la historia personal tendría que ver con que guardaría relación con una causa actual y no pasada y que su origen estuviese relacionado con la insatisfacción o con una inadecuada satisfacción de los impulsos.

Nacería así el criterio psicosomático de los padecimientos.

Ya más tranquilo se permitió relajarse en el sillón. Parecía que sus dudas encontraban algún camino para empezar a disiparse. De reojos observó que su reloj marcaba la hora de volver con los suyos. Martha y sus hijos lo estarían esperando.

Al cerrar la puerta sintió que esa noche descansaría un poco mejor.

Nota del autor: varios años después, pasado casi un siglo, las luces del posmodernismo y sus manifestaciones de necesidad de prestigio y reconocimiento –cuyo correlato en dinero no es nada despreciable- llevaron a describir un “nuevo” cuadro psiquiátrico: el ataque de pánico (panic attack), que no es ni más ni menos que lo ya descrito por Freud en 1898. Ello me lleva a reescribir el final de esta suerte de versión libre de la historia psicoanalítica como sigue:

Al cerrar la puerta el Dr. Freud sintió que esa noche había podido entender algo más acerca de los procesos mentales y que al día siguiente tendría que ver a su abogado para reclamar sus derechos de autor cien años en el futuro.

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