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viernes, 5 de febrero de 2016

Un análisis del Padre en las Comunidades Terapeúticas

Un análisis del Padre en las comunidades terapéuticas *

Lic. Félix José Chiaramonte

1- Comenzar a conversar sobre "el padre en las instituciones", supone a ambos términos sustantivos.

En primer lugar, las instituciones, sinónimo de lo establecido por el hombre para regular la convivencia en sus diversas formas, y luego el padre, que en algún momento supo ser el significante amo de la familia.

En Introducción al Método Psicoanalítico, J. A. Miller dice: "La decadencia de la imago del padre en estos tiempos, permite preguntarse: ¿por qué hay una decadencia de la función del padre?  (...) la hay porque el padre real trabaja, y en tanto que trabaja, y encima quiere que lo quieran, no es un padre adecuado a las necesidades estructurales del significante amo. El significante amo no hace nada. Es decir que la decadencia del amo antiguo tiene sus consecuencias clínicas, y por otra parte se sabe que la madre real puede tener el lugar del amo en la familia".

El analista no trabaja. El que trabaja es el inconsciente.

2- En la práctica encontramos instituciones que hacen de la abstinencia de sustancias psicoactivas, entiéndase drogas y alcohol, el ideal y norte de su existencia. A la manera de un catecismo que, como todos, tranquiliza, se evita el encuentro con lo real del sujeto del inconsciente. La angustia es acallada con una respuesta que llega antes que la pregunta, y a partir de allí una lógica que se pretende totalizante e integral, hace o intenta consistir un padre férreo, con un seguro cumplimiento de normas y con el seguimiento de valores que jamás debieron abandonarse.

Es claro, por otra parte, que la vigilancia mutua que se ejerce allí, tiene su reflejo en sus archienemigos de la política de reducción de daños en adicciones, que desde la vigilancia médica, toman y saturan a individuos que suponen sólo gozan de ese consumo. Por lo tanto, desconectan con su cientificismo médico al síntoma social, del sujeto del inconsciente, así como lo hacen los continuadores del conductismo.

De todas maneras, y volviendo a las instituciones que se dedican a la tarea de recuperar adictos, es notable que, así como ya se ha analizado en muchos textos, reciclen esquemas paternalistas basados en organizaciones de masa (ejército, iglesia, partidos políticos), sin tomar conclusiones de las consecuencias de su práctica.

He comentado en un trabajo anterior, el lugar del significante amo en estas instituciones, y que en las comunidades terapéuticas se encarna generalmente en quienes conducen las mismas y se reproduce en los roles de quienes intervienen en ellas.

Mi lectura crítica es la de oponer a algunas figuras canallescas institucionales que ofician de padres, paladines de los valores familiares, a los que he denominado adiccionistas, una posición analítica de escucha del síntoma singular, para el sujeto que llama y es abandonado. Aquella figura militante de la existencia de la adicción como flagelo maldito, puede ser comentada en ese neologismo, que la ubica como quien trata de adicionar la suma que le reporta el reclutamiento, con reembolso, de los perdidos.
Allí, la perversión del discurso amo lleva al discurso capitalista, con lo que supone de ruptura con la castración y la distancia simbólica.

Sin embargo, no se trata de generalizar y creer que las comunidades terapéuticas son todas iguales. La posibilidad de incidir en la clínica a través del tratamiento por lo singular, aún en esquemas comunitarios o grupales, es algo que nos guía en el trabajo diario.

Pues hay gente que cree auténticamente en el significante comunidades terapéuticas como quien encuentra un padre. Y son tantas las trampas y el nihilismo de esta época, que a veces dan ganas de pedir que el trabajo de amo lo haga la creencia o alguna nueva religión. Por eso, pretender ideales de la naturaleza y la cultura, sigue implicando el desconocimiento activo de la división del sujeto que todas las psicoterapias se proponen reabsorber. El psicoanálisis no prejuzga jamás sobre el bien del sujeto.

3- ¿Cómo hacer psicoanálisis en una comunidad terapéutica?

Desde un primer momento traté de hacer una lectura del trabajo con la asunción de una clara posición política: posibilitar el psicoanálisis. Pero las preguntas surgen una tras otra: ¿Por qué ofertar psicoanálisis a quien no lo pedía (ni la institución ni los asistidos)? ¿Cómo integrar un grupo de trabajo de ex adictos, sin haber pasado por el vía crucis de cualquier adicto a las drogas? ¿Por qué normas y sanciones para todos, sin un criterio más singular? Esos interrogantes me llevaron a sostener una práctica que no los respondiera para acallarlos, sino que trazara un camino posible para trabajar el hacer de las toxicomanías y de este tipo de instituciones hacia un decir diferente.

Los jóvenes llegan luego de una evaluación de admisión, y por su voluntad o por disposición judicial, desde institutos de seguridad en su mayoría, o por la gestión de sus padres u otros referentes sociales interesados en su tratamiento.

Una cuestión interesante de la propuesta de esta comunidad era que no hacía de la droga el referente de su discurso, y que más bien la mencionaba como motivo para redimir un paternalismo desfalleciente en una institución de menores que oscilaba entre la represión y el asistencialismo. Dicho paternalismo puede conectarse lógicamente con un amo, y podía encarnarse en un juez, en el director, o en cualquier operador o terapeuta, etc.

Por lo tanto, propiciar espacios desde la palabra para poder escuchar los llamados del sujeto, es la tarea.

Ingresar a la lógica institucional desde la práctica psicoanalítica me llevó a trabajar para una lectura y construcción del síntoma, en cada caso si fuese posible. Síntoma como: lugar en que aparece el sujeto del inconsciente estructurado como un lenguaje, posibilidad simbólica de elaborar lo imaginario del mato o muero, y de trabajar con lo real; descubrimiento de lo que falla y que por la repetición da cuenta de la estructura.

4- Cito a Eric Laurent cuando dice en Hay un fin de análisis para los niños: "... El interés del padre en tanto que su nombre es el vector de una encarnación de la ley en el deseo, es que se reduce a un nombre". Es muy importante porque a menudo se interpretó la enseñanza de Lacan como un llamado a que haya padres que se tomen verdaderamente por padres. El peor de los casos, Schreber.

La postura paterna consiste para Lacan en tomarse, más vale por el padre judío, en el sentido que éste tiene sobre sí tantos reglamentos que no se puede tomar por gran cosa, o por un padre católico, que es siempre un San José que sabe que se tiene que ocupar del niño a pesar de que él no sea la causa, de que no lo haya engendrado... La frase encarnación de la ley en el deseo quiere decir también encarnación de la ley en lo que en ningún caso puede ser un ideal...

El deseo es concebido justamente como el revés, el reverso y el más allá del ideal.
Queda entonces: la paradoja de toda ética del psicoanálisis es fundar una moral encarnada. Lacan dice: se juzga en que pueda humanizar el deseo, es decir, que pueda encarnar o no un modo de tratamiento efectivo del goce.

El psicoanálisis tiene la función política de recordar que lo universal no resolverá nunca las cuestiones, que el goce en su particularidad más abominable está como protesta contra el ideal, que cuanto más se quieran los ideales, más mal se fabricará, es lo que Lacan llamaba representaciones exaltadas del mal.

El movimiento general de la sociedad va a tejer una red desde el punto de vista del amo que quiere ser cada vez más eficaz y más barato.

Encontrar refugio para el psicoanálisis es introducir la paradoja de luchar para extraer la particularidad en cada caso, sin buscar salvar a su prójimo queriendo aplicarle los ideales. Es lo contrario a la intolerancia o a la segregación. No quiere decir que el sujeto pueda tiranizar al mundo entero en nombre de su particularidad, sino que la elaboración de la moral efectiva se juzga caso por caso.

Decente manera de aproximarse al goce que no es del lado de la caridad. Supone el cuestionamiento del ideal de la institución familiar, para que cada uno pueda encontrar un espacio para su particularidad residual...

5- Algunos ejemplos:

. El adiccionista construye algo que largamente conocido: una marca registrada en el mercado capitalista con clientes cautivos. Así lo escribe un promotor y especialista de las comunidades terapéuticas, un tal Souza, en el diario La Nación, en el mes de octubre, que relaciona la muerte de 32 presos de una cárcel santafesina con las adicciones, menciona la capacidad preventiva de sistemas de tratamiento y reeducación en España dentro de las cárceles, y ofrece ese tratamiento a todo aquel que quiera... y al que no quiera, ¡también lo adiciona!

. Las comunidades que lanzan porcentajes de recuperados tan generosamente que intuimos un nuevo amor por las estadísticas... falsas, ya que nadie pudo constatar un éxito del equis %... y tampoco nadie sabe qué quiere decir eso... ¿tal vez un tratamiento Ludovico, "Naranja mecánica" mediante?

. Comunidades terapéuticas que trabajan confiando en el trabajo con el síntoma, son descalificadas por los zares de los tratamientos conductistas, como light o blandas... ¿Qué es lo bueno de ser severos con lo que se ignora, la singularidad de un sujeto?

. Por otro lado, escuchamos jactarse a otras comunidades terapéuticas de que en lugares cerrados... no hay abandonos de tratamiento!... ¡Cuánto éxito!, verdaderamente esto ubica el lugar del padre en las comunidades terapéuticas de estos tiempos: el adiccionista, ni más ni menos. Cuestionar ese ideal es el camino que escucha a cada cual en su deseo y lo posiciona frente a su responsabilidad.

* Publicado en Revista ENCUENTROS en el marco de las XIII Jornadas Psicoanalíticas. Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires, Argentina, Distrito XV, Noviembre de 2006.


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